martes, 13 de marzo de 2018

IX Premio Facultad de Educación

De  Fernando Yarza, flamante IX Premio Facultad de Educación.


Buenos días,
Os confieso que cuando me comunicó el decano de la Facultad de Educación que me habían concedido este premio, mi primera sensación fue de incredulidad; de ahí pasé a la alegría desbordante y, finalmente – y eso es lo que siento ahora mismo- de orgullo.
Orgullo de recibir el premio de la Facultad de Educación en nombre de todos los maestros, profesores de primaria,  y profesores de secundaria de los centros docentes de Aragón que han dedicado, dedican, o van a dedicar su vida a esta profesión tan exigente y comprometida con nuestra sociedad, con nuestro mundo. Algunos de ellos me acompañan hoy (gracias!) y sé que a muchos les hubiera gustado asistir para celebrar conmigo, pero su lógica dedicación al aula se lo ha impedido. ¡Este premio es de todos vosotros!
Siempre he soñado con una escuela pública de la que todos pudiésemos sentirnos orgullosos: cuidada, de prestigio, comprometida, solidaria, con las mejores instalaciones, con los mejores proyectos educativos; una escuela en la que hubiese espacios y tiempos para poder desarrollar proyectos colaborativos con los alumnos, las familias y la comunidad.
Siempre he sido consciente de que la tarea que se nos encomienda es muy exigente // y que necesitamos del apoyo de todos. La responsabilidad de educar ES TAREA DE TODA LA SOCIEDAD. Cada oportunidad que perdemos de formarnos, de organizarnos, tal vez no la volvamos a tener… O habrá que hacer un esfuerzo mucho mayor para dar con ella de nuevo.
Siempre he creído que el maestro tiene que ser inconformista, rebelde, luchador, inquieto, curioso, honesto, generoso, comprensivo, pasional, riguroso con su profesión y flexible en el día a día.
Nada de esto se ha diluido con el paso de los años: ni los sueños, ni la consciencia de la complejidad de la tarea, ni mi idea del docente que me gustaría ser… si acaso se ha acrecentado.
Quizá por eso, hace ya unos cuantos años (tengo muy nítido el punto de partida, en aquella reunión como director del CPR de La Almunia que tuve con José María Pemán, profesor, entonces, del IES Cabañas de La Almunia y presidente de la Asociación Florián Rey, en septiembre de 2003) fui consciente que el cine en el aula y hecho desde el aula podía ser una herramienta poderosa.
Una herramienta poderosa para implicar a la comunidad educativa en un proyecto común: padres, profesores, alumnos, personal no docente, instituciones. Una forma inmejorable de reflexionar sobre temas de interés y que precisan de nuestra atención. Una opción óptima de visibilizar nuestros centros, de dejar las paredes de la escuela y salir y compartir con centros y alumnos de nuestro país y de otras partes del mundo. Porque del cine surgen proyectos motivadores para la escuela, que permiten inmortalizar trabajos que formarán parte de la historia de nuestros centros.
Como decía Antonio Banderas el pasado año en San Sebastián, yo también creo que  el cine tiene un alma propia, rebelde, vivible, que reclama su propia autonomía. Un alma que no pertenece a nadie y puede ser usada por todos aquellos que simplemente tengan algo que decir”.

Espero que después de treinta y siete años de docencia, los últimos dieciséis conectados intensamente al cine escolar, mi trabajo haya sido útil a alguien.
Útil, quizás, a algún joven que en algún lugar decidió correr tras un sueño.
Útil a alguien a quien le arranqué una sonrisa.
Útil a quien mirando la pantalla creyó, con razón, compartir un sentimiento conmigo.

Gracias por concederme este premio;
gracias por reconocer la labor del docente;
gracias por acompañarme (en presencia o en sentimiento) hoy.
Y gracias a todos los que de una u otra forma me habéis acompañado en toda mi carrera. Os aseguro que nada hubiera sido igual sin vosotros.
¡GRACIAS!

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